Subsidiando el Subdesarrollo

 La gasolina más barata del mundo no es un motivo de orgullo

Con el mismo dinero que necesitamos para comprar 1 litro de agua embotellada, podemos comprar alrededor de 120 litros de gasolina en Venezuela. De hecho, con un mes de salario mínimo, invertido únicamente en combustible, se pueden llenar aproximadamente 414 tanques de un automóvil promedio;  para poder comprar esta cantidad de combustible, un norteamericano estándar necesitaría cerca de 18 meses de salario mínimo (el cálculo puede variar considerablemente dependiendo del estado).

Para que el venezolano pueda disfrutar de una gasolina ficticiamente económica, el Estado debe pagar un gran subsidio. El subsidio se descompone en dos partes básicas: por un lado, el Estado debe pagar la diferencia entre el costo de producción de la gasolina y el precio en el mercado local. Por otro lado (y este es el subsidio más importante), el Estado, o mejor dicho, la nación debe dejar de ganar el ingreso que podría obtener de vender la gasolina consumida localmente en los mercados internacionales. Es decir, existe un costo directo y un costo de oportunidad cuando se subsidia la gasolina.

Las estimaciones del subsidio a la gasolina varían considerablemente entre los diferentes estudios. Sin embargo, el consenso apunta a un subsidio de más de US$ 10.000 millones en 2011. De acuerdo a la firma de consultoría Ecoanalítica, el subsidio alcanzó los US$ 10.281 millones en 2011, cifra que representa 4,8% del PIB de la nación para ese período.

Fuente: Ecoanalítica

 

No faltará quien defienda el subsidio pues se evitan algunas tensiones sociales, que podrían ser políticamente muy costosas para el gobierno de turno.  No obstante, una gasolina artificialmente económica genera grandísimas distorsiones en el sistema de incentivos de la sociedad, y por lo tanto en su comportamiento. Como ejemplos, el contrabando, la congestión vehicular, el mal transporte público, la delincuencia y cierto halo de mal humor.

Que la gasolina sea barata en el país es algo de lo que todos estamos conscientes, es algo con lo que nacimos y hemos vivido, es algo normal para el colectivo. Sin embargo, es también normal no contar con una buena infraestructura vial ni con un buen transporte público, es normal consumir un par de horas al día en ir y venir del trabajo, es normal no contar con buenos hospitales ni áreas para la recreación. Es normal, en fin, vivir el subdesarrollo.

Evidentemente, no podemos decir que la condición de subdesarrollo se únicamente deba al gran subsidio de la gasolina, pero ¡cómo ayuda!

Nuevamente el costo de oportunidad es el concepto clave para el análisis de nuestra realidad distorsionada. Entre otras cosas, el subsidio a la gasolina representa la imposibilidad de usar ese dinero para proyectos con mejor retorno social. Subsidiar implica menos hospitales, menos fondos para escuelas y universidades públicas, menos museos, menos vías y sistemas de transporte, menos ayuda a los asilos y albergues, menos inversión en turismo, menos inversión en incrementar la capacidad de producción y refinación nacional y, por ende, un menor flujo de ingresos futuros para el país.

Fuente: Ocepre, Ecoanalítica

Puede que la gasolina económica mantenga a los ciudadanos conformes, y que su incremento pueda quebrar un equilibrio frágil. Sin embargo, los beneficios sociales asociados a una nueva administración de los recursos usados para subsidiar el combustible, podrían superar ampliamente los costos políticos de la eliminación total o parcial de esta nefasta política que tanto daño nos hace.

DSI.

 

Acerca de DSI.

En la transición de espectador a actor. Plasmando ideas, una entrada a la vez.
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